Unterseeboote en nuestras costas (I parte)

25/03/2015, Mario Valdivieso Mateo

Se rompe el ánfora de Pandora

Comenzó como Guerra Europea, luego se llamó Gran Guerra y ahora es conocida como Primera Guerra Mundial. Su origen se atribuyó a la muerte del Archiduque Francisco Fernando de Austria, asesinado con su esposa en Sarajevo el 28 de Junio de 1914. Pero desde bastante tiempo atrás el ánfora de Pandora esperaba un casus belli para dejarse quebrar.

Tras la cabalgada militar alemana sobre Bélgica, una serie de frentes de batalla se desarrollaron en tierra, fundamentalmente en los campos de Francia y de Flandes, donde cada trecho costaba mucho muerto. Y lo que un día ganaban, otro día lo perdían.

El mar también aguardaba por su dosis de sangre, y la tuvo. Como muestra paradigmática cito la batalla de Jutlandia1. Y, entre otras, tuvo enorme trascendencia la serie de ataques llevados a cabo por los unterseeboote, con el objeto de dañar al tráfico marítimo del enemigo o de los neutrales, en este caso muy acusadamente a partir de Febrero de 1917. Y en los aires también, con la incipiente aviación, además de algunos protagonismos de los “zeppelines” germanos, que solían utilizarse para vigilar a las tropas aliadas.

 

Imagen 1. Información periodística sobre la declaración del estado de guerra en Ferrrol

Imagen 2. Submarino U-23, internado en Ferrol

 

Aquella guerra constituyó la acostumbrada serie de episodios plagados de monstruosidades en la que pueden verse envueltas naciones supuestamente civilizadas y, en este caso, con el resultado de una enorme pérdida de vidas humanas en múltiples escenarios, entre los cuales los de mayor horror, difícilmente concebible, fueron las contumaces luchas de trincheras. Añadida la utilización de gases tóxicos por ambos bandos y las ejecuciones sumarísimas de soldados sospechosos de deserción o autolesión2.

Fuera de los campos de batalla, azuzado por los respectivos bloqueos que se esforzaban en impedir el suministro de alimentos, llegó el perro del hambre que mordía a unos y a otros, con cruel incidencia sobre los más débiles.

Constatamos que los protagonistas directos de aquella guerra, esto es, los soldados de ambos bandos beligerantes no tenían ningún motivo original para odiarse.3 Aquellos hombres se vieron empujados por una enredada trama de ambiciones ajenas a su sentir4 urdida por los poderosos coronados, entorchados o puramente interesados. Generalotes desalmados imbuidos del demoníaco impulso de batirse a toda costa y a costa de todos, ansiosos de probar las nuevas armas que fabricantes y mercaderes se afanaban en construir y traficar.

Era, y lo sigue siendo, el siniestro deporte de la guerra, cuyo origen es tan antiguo como el de los mismos dioses que modelaron al sapiens. Y me refiero, entendedme, al dios de quienes suelen acomodarlo a sus propios egoísmos.

 

Neutralidad cuestionada

Los gobiernos españoles regidos por Alfonso XIII consideraron oportuno que nuestro reino se mantuviese neutral. Lo cierto era que no teníamos motivos claros para alistarnos a uno u otro equipo, principalmente por existir, digamos, preferencias divididas entre los gobernantes, los intelectuales, el pueblo llano e, incluso, entre la realeza, ya que el monarca y su esposa, deberían simpatizar más con los aliados; pero no así la Reina María Cristina, dado su origen ausburgués. igualmente sucedía que un importante número de militares simpatizaban con los teutones, así como parte del clero y la jerarquía eclesiástica, germanófilos con mayor o menor convicción y por razones, en algún caso peregrinas, como la que argüía el clero por oposición a los “impíos” franceses. Además, nuestra capacidad militar era casi nula, exceptuando la pertinaz sangría en Marruecos. Tengamos en cuenta asimismo que aun no habían transcurrido dos décadas desde el “borrón” del 98 y justamente estábamos comenzando a reponer nuestra destruida flota de guerra, tutelados técnicamente por los británicos, circunstancia esta que apoyaba una franca inclinación hacia los aliados. Aquella ambigüedad quedó legalmente zanjada con la disposición publicada en la Gaceta de Madrid,5 en la que se decreta la neutralidad.

A pesar del decreto, entre algunos políticos de la época sobresalió un cierto cuestionamiento de la neutralidad. Así, Romanones disintió en un principio de la disposición del Gobierno, con lógicas razones, aunque luego tuvo que asumirla. No tenía alternativa, ciertamente, pero argumentó que la España de entonces era mucho más próxima al interés de los aliados6.

Así que nos mantuvimos neutrales “de aquella manera”, con numerosos desacuerdos expresados por los medios, algunos de ellos controlados por beligerantes de ambos colores. Una secuela fue la injusta situación que afectaba a todos los ciudadanos, más o menos consentida por cada gobierno de turno, ocasionada por la continua venta incontrolada a los beligerantes, llevada a cabo fundamentalmente por armadores de buques que se aprovechaban de unos crecidos fletes y no rechazaban hacer contrabando, burlando los bloqueos impuestos por ambos litigantes, a costa de un latente riesgo sobre las tripulaciones7. Aquella neutralidad sirvió, pues, para que algunos se enriquecieran a costa de una general falta de subsistencias que perjudicaba enormemente a la ciudadanía, al forzar con la escasez la elevación de los precios8.

Y ya en el diecisiete, añadido a lo antedicho, se agravaron las cosas con las protestas laborales y derivadas huelgas generales y con las Juntas de Defensa, por parte de militares y otros grupos. Las tales Juntas no eran más que una cierta modalidad de sindicación. Todo ello originado por una manifiesta incapacidad de los gobiernos y la monarquía alfonsina. Hubo suspensión temporal de garantías9, en un forzado matrimonio del hambre con las ganas de comer, como suele decirse. Era el principio de lo que nos iría viniendo años después.

 

Imagen 3. Recorte conservado por los descendientes del torrero Alvariño

En relación con el espionaje, se mantuvo una excesiva tolerancia hacia un entramado de redes en las que pululaban espías, algunos de ellos españoles a sueldo de otras naciones. El espionaje era muy acusado en las grandes ciudades como en Madrid y, sobre todo, en Barcelona, donde la ciudad era un hervidero de tales. Aliados y alemanes dispusieron de agentes españoles de diversos niveles, con núcleos controlados en algún caso por funcionarios estatales, tales como policías y militares10. Por supuesto que también hubo un elenco de señoras y señoritas dedicadas al espionaje temporal, por convicción y por pura necesidad. No se si estoy en lo cierto, pero siempre supuse que las damas tienen mayor habilidad para ejercer el espionaje11.

 

La Gran Guerra en Ferrol

Los años de la Gran Guerra en Ferrol fueron un reflejo de lo que sucedía en el resto del país, con las opiniones de sus gentes divididas entre los que simpatizaban con los aliados y los que lo hacían con los estados imperiales12. La clase militar, más o menos explícitamente, era en general germanófila. Prueba de ello fue el consentimiento y posible colaboración con algunos agentes austríacos. Concretamente, existió un centro de espionaje flotante, cuando, tras el inicio de la contienda, en este puerto, como en otros del país, se permitió que se mantuviesen refugiados algunos buques. En Ferrol se guarecieron los austríacos Atlántide, Sud, Inmaculata, Boheme y Fedora13, que quedaron fondeados en la ensenada de La Graña. Se decía que el capitán del Atlantide, un tal Sprenger, era el jefe del espionaje en Ferrol, y estaba muy relacionado con la sociedad local. Se le suponía también la utilización de una estación de radio a bordo del buque de su mando. También circulaban rumores de que uno de sus cometidos era gestionar el abastecimiento de los submarinos germanos, utilizando el borde litoral de Cobas para tal servicio.

 

Imagen 4. Kapitänleutnant Otto Wüsche, comandante del submarino U-70, que hundió al vapor Tsiropinas

 

Como estos buques no disponían de medios definidos de subsistencia, salvo lo que pudiera llegarles del consulado próximo, siguiendo las directrices de la embajada, y teniendo en cuenta que sus tripulaciones eran de diversas nacionalidades, a partir de primeros de Setiembre de 1914 comenzaron a darse motines entre algunos tripulantes que reclamaban por los sueldos impagados y por una muy deficiente alimentación. Así las cosas, el 3 de Setiembre los tripulantes del Fedora y el Boheme se sublevaron, negándose a efectuar ningún trabajo y reclamando sus haberes. Llegaron a amenazar de muerte a sus respectivos capitanes, provocando que estos pidiesen auxilio por medio de banderas al acorazado España, que estaba fondeado en bahía. El oficial del España14 se llevó detenidos a los más activos15 amotinados entregándolos en la Comandancia de Marina. Posteriormente fueron encerrados en la cárcel del partido.

Finalmente, a principios de Diciembre de 1918, fueron saliendo aquellos buques a los destinos señalados por sus respectivos armadores.

Como en el resto de España, Ferrol también sufrió las grandes dificultades del año 1917, con la creciente crisis de subsistencias y consiguiente aumento del coste de la vida, los problemas laborales y las tensiones entre militares. Por motivo de aquellos desórdenes fuera decretada una suspensión de garantías, que en Ferrol fue reflejada en la prensa del día.

Una particularidad específica a tener en cuenta en Ferrol durante los años de la Gran Guerra, fue la coincidencia de encontrarse la Sociedad Española de Construcción Naval en plena ejecución del Plan de Escuadra Maura-Ferrándiz. Cuando comenzó la guerra ya habían sido botados los acorazados España y Alfonso XIII y el tercero, el Jaime I, fue botado el 21 de Septiembre de 1914. Pero su entrega a la Armada se retrasó hasta Septiembre de 1921 debido a las demoras en la entrega de los cañones a causa de la guerra16.

Y, puestos a recordar contratiempos, los habitantes de Ferrol también sufrieron en 1918 los zarpazos de la gripe, la Spanish Influenze como la nombraron los americanos.

 

Imagen 5. El buque británico Alnwick Castle, torpedeado sin previo aviso por el submarino U-81

 

Cuando iba decayendo la contienda, acaeció el internamiento de dos submarinos alemanes. Estas unidades quedaban sujetas a la autoridad naval local ferrolana y tenían prohibido zarpar. Eran el U-23 y el U-48.

El primero, el U-23 o B-23, que fuera retenido inicialmente en A Coruña a finales de Julio de 1917, se trasladó a Ferrol escoltado por el torpedero Audaz y por un remolcador. La tripulación fue alojada en la corbeta Villa de Bilbao. También llegara el agregado militar de la embajada alemana, que accedió al submarino, acompañado del general jefe del Arsenal Pedro Mercader, ambos recibidos por el comandante del sumergible, el joven Hans Ewald Niemer.

Era de esperar que se relacionasen con los tripulantes de los buques austríacos fondeados en la ensenada de La Graña, y así lo hicieron nada más llegar. Los marinos alemanes fueron obsequiados por los austríacos aquel día y, posteriormente, siguieron intimando, como era lógico, dada su coincidente bandería.

Pocos días después llegaran varios oficiales alemanes procedentes del Camerún para visitar al U-23 y a su tripulación. El comandante del submarino les manifestó que, por orden del embajador alemán, no podrían participar en ningún homenaje ni acto público. Por tal razón se suspendiera un banquete en su honor que habían organizado elementos germanófilos locales.

Finalmente, el 22 de Marzo de 1919, ya terminada la contienda y sin tripulación germana, el U-23, tras sufrir una reparación en el dique de San Julián, fue trasladado y abarloado al costado del transporte de guerra galo Infatigable que le dio remolque, abandonando Ferrol al día siguiente con rumbo a Brest, escoltados por un torpedero.

El otro, el U-48, quedó internado cuando tuvo que entrar en la ría ferrolana seriamente dañado por haber sufrido cargas de profundidad del rMS Loyal el 20 de Marzo de 1918. Posteriormente, su comandante Helmut Lorenz, el 14 de marzo de 1919, incumpliendo la palabra dada a las autoridades de la Armada española, se fugo con el submarino y lo hundió, para que no fuese entregado a los victoriosos aliados17.

Como en otros puertos del país, Ferrol fue también punto de acogida de los náufragos procedentes de los buques que hundían los submarinos alemanes. Algunos de ellos conseguían acceder a las costas más cercanas, tales como Viveiro, Cedeira, Cariño y la cercana Cobas. Según fuera la nacionalidad del buque hundido y sus tripulantes, eran atendidos con la mediación del Cónsul o Vicecónsul correspondiente, además de la normativa intervención de la Comandancia de Marina.

 

Los náufragos del vapor Tsiropinas

Este relato procede del hallazgo de un recorte del periódico El Correo Gallego, encontrado por Juan López Hermida en el Mesón SUR, de la calle Magdalena de Ferrol. En tal fragmento se menciona la conveniencia de conceder una recompensa al torrero del faro de Cabo Prior, José Mª Alvariño, por haber participado activamente en la salvación de 13 náufragos del buque Tsiropinas. El texto completo, publicado en El Correo Gallego del día 16 de Febrero de 1917, reza así:

“Salvamento náufragos. Tsiropinas. Una recompensa sería justa. En estas mismas columnas hemos dado cuenta, en momento oportuno, de un siniestro marítimo ocurrido en proximidades del Cabo Prior y en el sitio denominado Coído.

El día 3 de Enero último, en las primeras horas de la mañana, un barco griego —el vapor Tsiropinas— se debatía en una lucha peligrosa entre el viento y las olas. Fue preciso hacer arribar al barco contra los peñascos de la costa y abandonarlo. El capitán y trece tripulantes ocuparon una pequeña embarcación y se dirigieron en demanda de la costa. Las impetuosas rompientes del mar y la ignorancia de aquellos ásperos lugares ponían en peligro la vida de aquellos 13 hombres. Hubieran tal vez sido víctimas del furor de los elementos si un hombre arrojado y generoso, el torrero del faro de Cabo Prior, D. José María Alvariño Saavedra, que presenciaba la escena, no se dispusiera resueltamente a ayudar la obra de salvamento de aquellos marinos. Reunió a unos cuantos vecinos de aquellos lugares y con ellos, en un bote, logró remolcar y traer a tierra a la dotación del Tsiropinas.

 

Imagen 6. Escrito solicitando la admisión de varios náufragos de los buques Alnwick Castle y Trevose en el Hospital de Caridad

 

La gratitud del capitán de este barco fue inmensa. Poco después de llegar a tierra y no sabiendo como recompensar al Sr. Alvariño, le regaló la embarcación en que habían abandonado el buque, con todos sus utensilios, y por su iniciativa se extendió un documento, firmado por varios testigos, griegos y españoles, en el cual se hacía constar la conducta heroica del Sr. Alvariño Saavedra, y le hacía donación de la embarcación citada. El capitán del Tsiropinas llevó un duplicado de aquel documento para pedir al Gobierno de su nación que se otorgue una recompensa al señor Alvariño. Y como estos hechos no tienen nacionalidad porque su carácter humanitario y generoso les hace universales, aquí también debe ser premiada como merece esa caritativa y noble acción. No dudamos que la Comandancia de Marina de Ferrol y la Sociedad de Salvamento de Náufragos habrán tomado en cuenta los hechos que apuntamos para hacer que reciban el premio que les corresponda. Sabemos también que el Sr. Alvariño, dando con ello nueva prueba de nobleza de sentimientos, ha repartido entre todos los hombres que con el componían la dotación de la lancha salvadora, el producto del donativo del capitán del Tsiropinas. Consignamos con gusto todos estos detalles y hacemos votos para que la publicidad que les concedemos sirva, si ello fuese necesario, para hacerlo viable”

Preciso anotar cierta inexactitud en esa información18 que afirma que el buque se perdió al ser conducido contra unos rompientes, cuando lo cierto es que fue hundido en las coordenadas 45 35´N, 8 19´w el día 1 de Enero de 1917 por los tripulantes del submarino alemán U-70, comandado por el Kapitänleutnant Otto wünsche.

El Tsiropinas era un vapor griego de 3.015 toneladas GRT construído en 1905 en el astillero richarddson, Duck & Co de Stockton y, a la sazón, perteneciente al armador C.A. Tsiropinas & Sons de Syra, Grecia. El buque procedía de Buenos Aires, donde había cargado maíz con destino al puerto de Belfast. Como era habitual en aquellos días de intenso bloqueo al tráfico marítimo, los tripulantes del buque fueron obligados a embarcarse en dos botes salvavidas, y el buque con su maíz fueron hundidos sin más contemplaciones. Uno de los botes consiguió acercarse a la costa de Cobas, precisamente muy próximos al faro de Cabo Prior, donde fueron avistados por los torreros José María Alvariño Saavedra y Abelardo Fernández, el jefe torrero, que acudieron prontamente a su auxilio, recabando la colaboración de algunos vecinos. Antes de abandonar el buque consiguieron embarcar en ambos botes 13 sacos y una maleta, que contenían agua, galleta y ropas, además de documentos y el sextante. Tan pronto embarcaron, el submarino torpedeó el buque y lo hundió. Llegaron a rogar al comandante del submarino que les diese remolque para acercarlos a la costa, pero se negó y se sumergió19.

En uno de los botes embarcaron el capitán Ciriaco x, el segundo oficial, dos maquinistas, 3 fogoneros, 1 camarero y 5 marineros. Los demás, al mando del primer oficial, embarcaron en otro bote salvavidas. A partir de enton ces quedaron expuestos a una mar bastante fuerte que no les impidió navegar a vela con rumbo al Sur, en demanda de la costa española. En la noche del martes día 2 dejaron de avistarse ambos botes.

Cuando llegaron a Cobas, el jefe torrero Abelardo Fernández partió hacia Ferrol, con objeto de conseguir un medio de trasporte para trasladar a los náufragos y gestionarles alojamiento apropiado, ya que no existía en la ciudad ningún cónsul de Grecia. Regresó el farero en un automóvil de la empresa El Oriente, en donde a las 8 de la noche se trasladaron todos ellos, tras aguardar a que les fueran trasportadas también sus pertenencias en un carro del país. En el trascurso de aquellos movimientos el capitán hizo la promesa de regalar el bote salvavidas a los campesinos que les ayudaran.

Una vez llegados a Ferrol, los oficiales de cubierta y los oficiales de máquinas se alojaron en el Ideal room y el resto en varias casas de huéspedes. A su llegada fueron informados por el consignatario Nicasio Pérez de que la otra embarcación había arribado al puerto de Cedeira. Y poco después llegó el primer oficial del Tsiropinas, que pilotara el otro bote. Hubo abrazos y charlas relajadas. El primer oficial relató que fueron recogidos por el pesquero Paulina en las inmediaciones de Punta Campelo. Al día siguiente en un auto de El Oriente, llegaron los demás náufragos desde Cedeira, siendo alojados 8 en el Hotel Ferrol y el resto en casas particulares

En cuanto pudo, el capitán telegrafió a su armador para informarle del acaecimiento y solicitar instrucciones y el envío de dinero para sufragar los inevitables gastos. Cursó otro telegrama a Cárdiff, a la compañía de seguros del buque y al cónsul de Grecia en Madrid. Y, en cuanto le fue posible, se desplazó al Juzgado de instrucción para formular la correspondiente protesta.

Terminados todos los trámites y cuando, por intervención del consignatario Nicasio Pérez, recibieron el dinero remitido por su armador, los 25 tripulantes del Tsiropinas abandonaron Ferrol, camino de sus respectivos domicilios. Era el jueves 25 de Enero de 1917.

 

Los náufragos del Alnwick Castle

Entre los numerosos episodios dramáticos acaecidos como consecuencia del ataque de submarinos a buques mercantes, seleccioné las desventuras sufridas por una parte de los náufragos del buque británico Alnwick Castle20, que consiguieron alcanzar la costa próxima al puerto de Cariño el martes día 27 de Marzo de 1917, aunque no comenzaron a desembarcar hasta el día siguiente.

Este acontecimiento constituyó una tragedia más del gran número de inhumanos hechos que ocasionaron los “lobos grises” germanos en la Gran Guerra, cuya acometividad se incrementó sobremanera a partir de los comienzos del año 1917, cuando los “imperios centrales” intuían su derrota y su desesperación les hizo perder algunas elementales normas de guerra, llegando al extremo de atacar buques de pasaje, como es el caso de este relato.

Ilustración nº 7: Escrito del Consul de Francia solicitando la admisión de subditos franceses, náufragos del Alnwick Castle en el Hospital de Caridad

El buque zarpara de Plymouth el 17 de marzo de 1917, comandado por el capitán Benjamin Chave. El domingo 18 recogieron a 25 supervivientes del Trevose21, que fuera hundido el día anterior por el submarino U-81.

Al día siguiente, antes de amanecer, el Alnwick Castle fue torpedeado sin previo aviso por el mismo submarino, yéndose a pique en media hora. En ese corto tiempo fueron embarcados pasajeros y tripulantes en los 6 botes salvavidas que disponía el buque22. En poco tiempo, debido al mal estado del mar, los botes fueron desperdigándose, dejando de verse.

En el bote que mandaba el Primer Oficial del buque se alojaron 31 personas, entre las cuales había una pasajera con su pequeña hija y una camarera del buque.

Durante más de una semana aquella gente fue zarandeada violentamente en un mar despiadado. El Atlántico estaba tormentoso y el tiempo era muy frío.

Así relatara Mr. Blackman aquella trágica aventura:

“El 19 de Marzo de 1917, navegando a bordo del Alnwick Castle, a unas 320 millas de la costa, estaba de guardia en el puente23 acompañado del Agregado, cuando a eso de las 6 de la mañana el serviola avisó de que venía un torpedo hacia el buque. Ordené toda máquina atrás, pero la maniobra resultó inútil, y el cilindro mortal impactó en la bodega número 2, situada delante del puente, produciendo una explosión enorme que hizo volar las planchas de aquella cubierta. Al tiempo, una formidable columna de agua caía sobre el puente. Todo esto se desarrolló en instantes, sin que pudiéramos ver al submarino.

Esforzándome por mantener la serenidad y teniendo en cuenta lo grave del caso, ordeno que todos suban a cubierta, mientras el Capitán Mr. Chave ordena el abandono del buque. El total de personas que entonces había embarcadas era de 130, pues 24 horas antes habíamos recogido a los náufragos del Trevose. En 6 botes se acomodaron, repartiéndose víveres, consistentes en galleta, carne salada y agua. En el que nos correspondió ocupar embarcaron 30 personas, entre las cuales figuraba una francesa con una niña de 4 meses y una británica, camarera del buque.

Desde la explosión hasta el hundimiento trascurrieron 15 minutos. A los pocos momentos de separarse los botes del buque torpedeado apareció el submarino en la superficie, con rumbo hacia ellos, percibiéndose a un marinero que se dirigía hacia popa del submarino, en donde apareció un cañón que quedó al descubierto de la casamata. Temimos entonces que iban a cañonearnos, pero después de virar en redondo, una vez convencidos de que el buque se había hundido, se sumergieron.

Libres los botes de la presencia de aquella amenaza, todas las embarcaciones formando línea e hicimos rumbo al Este.

Durante la noche del 19 y hasta las tres de la madrugada, nos comunicamos con luces de bengala.

El tiempo era moderado, aunque reinaba mar gruesa con viento del Nornoroeste.

En la mañana del 20 empeoró el tiempo, desapareciendo los demás botes, viéndose nuestro bote precisado a arriar el velamen y colgar de popa, a flor de agua, un anclote de mar, a fin de que la proa pudiese vencer el oleaje.

En esta situación permanecimos dos días y medio, pudiendo al tercero izar de nuevo el velamen.

Las penalidades pasadas no son para describirlas, pues el frío era intenso y la alimentación escasa, pues se suministraba solamente una pequeña ración de carne salada, una galleta por la mañana, otra por la tarde y una pequeña toma de agua.

Durante los diez días que permanecimos en la mar, sufriendo lo indecible, se registraron los siguientes sucesos:

El día 21, falleció el cocinero, que era italiano, siendo arrojado el cadáver al agua; esa misma noche enloqueció un súbdito inglés, habiendo sido necesario sujetarlo fuertemente. Este falleció a la mañana siguiente.

El jueves falleció otro pasajero y, al día siguiente, un fogonero y un marinero británicos. El 24, un camarero y el 25, un grumete, ambos ingleses. Ese mismo día un marinero que estaba muy agitado, se arrojó al mar, no pudiendo ser salvado. Todas estas penalidades iban incrementando el desaliento entre los supervivientes que, extenuados y resignados, esperaban ya sucumbir, cuando a eso de las 4 de la tarde del día 27 divisamos tierra. Fuimos aproximándonos a la costa tras grandes esfuerzos, alcanzando unas rocas del litoral de Cariño. Izamos un pedazo de manta para ser observados, en demanda de auxilio, pasando toda la noche en tal situación. Finalmente, en la madrugada del 28 avistamos dos botes que salieran de Cariño para auxiliarnos. Nuestra alegría fue sencillamente indescriptible.

Como triste suceso dentro de la buena nueva, puede calificarse el fallecimiento al desembarcar de un camarero de oficiales.

Ya al abrigo, donde acudiera numeroso gentío, muchas personas se prestaron a socorrernos, desembarcando algunos a hombros, pues la mayoría venían extenuados y con los pies hinchados.

En toda aquella horrorosa travesía recuerdo que solo llegamos a observar en el horizonte una columna de humo, procedente de algún vapor que no llegó a vernos.

Merece grandes elogios la acogida que se nos dispensó, sobre todo del cura párroco, que no tuvo un momento de reposo hasta dejar a los náufragos convenientemente instalados. Cuando desembarcamos, todo el vecindario estaba preparado para recibirnos, y no puedo dejar de resaltar el desprendimiento del industrial Modesto Piñeiro, que albergó a cuatro en su domicilio.”

En total llegaran a Cariño 20 náufragos, de los cuales algunos estaban enfermos y probablemente serían trasladados a Ferrol para continuar su cura en el hospital. Uno de ellos estaba muy grave, afectado de pulmonía, y los demás seguían mejorando, auque lo peor eran los graves daños que algunos sufrían en sus pies.

El martes fueron a visitarlos el cónsul británico Sr. Curton, acompañado del oficial Mr. Blackman, el súbdito inglés Mr. Layman y el doctor Sr. Pubul.  La impresión que trajeron fue la de que hay un enfermo grave y que pueda ser necesario amputar los dedos de los pies a un camarero de oficiales y a un fogonero.

Todos los náufragos y muy especialmente Mr. Blackman, persistieran en hacer constar la inmensa gratitud que guardarían siempre al pueblo de Cariño por las atenciones que tuvieran. Calificaran al pueblecito de Cariño como “gran pueblo humanitario”.

Nombres de los náufragos del Almwick Castle que llegaron a Cariño:

Primer oficial del Alnwick Castle, A. H. Blackman; segundo maquinista, Henry Fithie; cajero, Vernon King; agregado H. R. V. Jones; contramaestre, Charles G. Durand; camarera, Alice Gordon King; carpintero, David Freebairon; engrasador, Arthur Chalk; panadero, Sydney Poberae; camarero de oficiales, James Dey; fogoneros, A. H. Brand; John Sehan y J. Rutherford; marineros, Charles w. Stagol, y V. G. Harvey. Encargado de la tumba de Napoleón y casa de Santa Elena24; Colin Georges, su esposa Mme. Colin e hija de 4 meses Colin Georgette.

Del Trevose:

Primer oficial, Cecil Foster; segundo maquinista, G. Biggleston; marinero, Antonio Fonseca.

El Primer Oficial del Alnwick Castle y el súbdito británico Mr. Layman se alojaron en el hotel Varela.

 

Náufragos del Alnwick Castle

hospitalizados en el Hospital de Caridad de Ferrol

Los Vicecónsules del Reino Unido y de Francia solicitaron el ingreso de los náufragos enfermos al Hospital de Caridad de Ferrol25, que los acogió26 el día 5 de Abril, de la siguiente forma:

 

En la sala de Santa Margarita:

Albert Breand, de 18 años. Palero. Soltero. Natural de Chelsea (R.U.) ingresó el 5 de Abril de 1917, con gangrena en extremidades inferiores. Falleció el 22 de Abril de 191727.

Antonio Fonseca, de 27 años. Viudo. Timonel del Trevose. Natural de Lisboa (Portugal) ingresó el 6 de Abril de 1917, con gangrena en extremidades inferiores. Arthur Chalks, de 32 años. Engrasador. Natural de waterlowville (R.U.). ingresó el 5 de Abril de 1917, con debilidad general.

Charles G. Durand, de 43 años. Contramaestre. Natural de Londres. ingresó el 5 de Abril de 1917, con gangrena en extremidades inferiores.

Charles william Stagoll, de 17 años. Marinero. Soltero. Natural de Chatham (R.U. ingresó el 5 de Abril de 1917, con gangrena en extremidades inferiores.

Henry G. Biggleston, de 30 años. Viudo. Segundo Maquinista del Trevose. Natural de Hayle Cornewal (R.U.) ingresó el 5 de Abril de 1917, con gangrena en extremidades inferiores.

James Day, de 18 años. Camarero de Oficiales. Soltero. Natural de Londres. ingresó el 5 de Abril de 1917, con gangrena en extremidades inferiores.

Sidney Roberge, de 17 años. Soltero. Natural de Guerinsey (R.U.). ingresó el 5 de Abril de 1917, con gangrena en extremidades inferiores. En sala Santa Margarita.

 

En sala del rosario:

Alice Collin, de 25 años, casada con George Collin, natural de Pisteron (Francia), admitida el 5 de Abril de 1917, con gangrena en extremidades inferiores.

George Collin, de 33 años, casado con Alice. Agente Consular, encargado de la tumba de Napoleón y casa de Santa Elena. Natural de Zeus Punsart (¿) (Francia). ingresó el 5 de Abril de 1917 con gangrena en extremidades inferiores.

Georgina Carlota Collin, de 4 meses. Hija de Alice Collin y su esposo George Collin. ingresó el 5 de Abril de 1917. Falleció de meningitis el 16 de Abril de 1917, cuando su madre aun estaba en grave estado, con gangrena en una pierna, habiendo perdido ya los dedos de los pies.

 

En sala de San ramón:

Alice Gordon King, de 43 años, viuda. Camarera del Alnwick Castle. Natural de Londres. ingresó el 8 de Abril de 1917, con gangrena en extremidades inferiores y úlceras.

Imagen 8. Notificación del fallecimiento por meningitis de la niña Georgina Carlota Collin al Agente Consular de Francia en Ferrol

 

En sala de Santa Clara:

Cecil Foster, de 30 años. Casado. Primer Oficial del Trevose. Natural de Valetta (Malta) Residente en Cardiff (U.K.). ingresó el 5 de Abril de 1917, con debilidad general.

Vernon King, de 31 años. Cajero de a bordo. Soltero. Natural de Teddington (R.U.), ingresó el 5 de Abril de 1917, con gangrena en extremidades inferiores.

Finalmente, los supervivientes, algunos de ellos con mutilaciones, terminaron su trágica aventura a medida que eran dados de alta por el personal facultativo del Hospital. Así, el 24 de Octubre de 1917 salían para inglaterra, un pasajero y el panadero del Alnwick Castle.

 

Concluyendo

Los sufridos náufragos del Alnwick Castle, como los de otros millares de buques hundidos por torpedos, bombas o cañonazos, constituyen una muestra añadida del absoluto desprecio por la vida de inocentes, que no eran soldados del enemigo sino simples pasajeros y tripulantes civiles a bordo de un buque desarmado, en un escenario de crueldad ocasionada por los peones de la marina germana, cuyo protagonismo fue glorificado y estimulado con cruces de hierro salpicadas de sangre. Eran las penúltimas bazas de los boches, idealizados por los “trogloditas” españoles, como los calificara Miguel de Unamuno.

En un principio se pensaba que sería una lucha de corta duración, pero se fue prolongando hasta bien entrado el año dieciocho, cuando los “imperios centrales” capitaneados por Alemania, tuvieron que capitular28. Terminó así la Primera Guerra Mundial. La compensación exigida por los aliados, en concepto de los daños ocasionados, fue enorme. Contra el pueblo alemán, claro.

Así que, como siempre, quienes más platos rotos tuvieron que pagar fueron los llanos habitantes de aquellos pueblos. Para los que decidieron la guerra, bastante menos sufrimientos. Uno de ellos, el Kaiser Guillermo, a finales de 1918 cruzó la frontera alemana hacia los Países Bajos, que se habían mantenido neutrales. Tras la firma del Tratado de Versalles en 1919, el artículo 227 del mismo estipulaba la captura del Kaiser Guillermo «por haber cometido una ofensa suprema en contra de la moralidad internacional y la santidad de los tratados», pero la reina Guillermina de Holanda rehusó extraditarlo, y el emperador terminó residiendo en un pequeño castillo en Doorn, donde vivió y recordó. Al respecto de este personaje me parece oportuno recordar que era primo del zar Nicolás ii y del monarca británico Jorge V, siendo los tres nietos de la reina Victoria de la Gran Bretaña. Mirad por donde, en cierto modo, podríamos calificar aquella triste guerra como un lío de familia; con daños colaterales, como actualmente se justifican los hechos perpetrados por los que empuñan sartenes.

 

Bibliografía y fuentes

Hemeroteca de la Biblioteca Nacional de España

Hemeroteca de El Correo Gallego

Archivo del Hospital General Juan Cardona

García Sanz, F.: España en la Gran Guerra. Círculo de Lectores. Barcelona, 2014.

D. Lewis, Comandante David.: La batalla por el mar. Plaza&Janes. Barcelona, 1964

J. Pazos, Lino.: Submarinos al acecho. Damaré Edicións. Cambados, 2008.

Ludwig, Emil.: Julio 1914. Editorial Juventud. Barcelona, 1929

 

Notas

1 Este encuentro naval, de nulo resultado, supuso la dudosa capacidad del almirante británico Jellicoe y de su flota que no fue derrotada simplemente porque disponía de más buques. La Hochseeflotte germana era más eficaz, por su artillería y su control de tiro. Lo demostró en resultado con 3 cruceros de batalla, 3 cruceros acorazados y 8 contratorpederos (destructores) británicos hundidos. Por su parte los alemanes perdieron un viejo acorazado pre-dreadnught, 1 crucero de batalla, 4 cruceros ligeros y 5 torpederos. En el aspecto táctico los alemanes fueron superiores. Sin embargo el Reino Unido obtuvo la enorme ventaja de bloquear el libre acceso al mar de Alemania.

La batalla de Jutlandia se dirimió entre el 31 de Mayo y el 1 de Junio de 1916 y costó la friolera de 6094 muertos y 510 heridos a la royal Navy, además de 177 hombres hechos prisioneros. Los alemanes tuvieron 2551 muertos y 507 heridos de su Kaiserliche Marine.

2 Las ejecuciones de soldados ante la más mínima sospecha de intento de fuga o de amotinamiento, se dieron entre los ejércitos aliados con mucha mayor incidencia que las habidas entre las ocurridas por parte de los austrohúngaros y germanos. Asombra conocer que, solo entre las tropas italianas fueron ejecutados 4.000 soldados propios.

3 Una aplastante demostración de que aquella guerra no era la guerra del pueblo fue la Tregua de Navidad de 1914, cuando algunos soldados de ambos bandos, separados por sus respectivas trincheras llegaron a reunirse en paz, renunciando a las mutuas matanzas. Comenzó esta entrañable historia cuando las tropas alemanas colocaron sobre el borde de las trincheras abetos iluminados y comenzaron a entonar canciones navideñas. Los aliados se contagiaron del espírito navideño y fueron uniendo sus voces al coro de sus enemigos. Al amanecer del día de Navidad algunos soldados germanos salieron desarmados de sus trincheras enarbolando banderas blancas. Tras algunas vacilaciones también se les unieron los británicos y franceses. Hubo intercambio de bebidas, golosinas y tabacos, además de otros gestos mútuos de fraternidad. Cuando los altos jefes se enteraron, hubo reprimendas. Los del bando aliado fueron castigados y de los germanos, gran parte de ellos fueron enviados al más duro frente oriental.

4 Aunque es intuitivamente admitida, considero oportuna la reflexión de que la patria de cada grupo debe de identificarse con prioridad referida al conjunto de sus moradores, siendo de importancia secundaria el territorio que ocupen.

5 Este fue el texto de la Gaceta de Madrid del 16 de Agosto de 1914: “Constando oficialmente el estado de guerra existente, por desgracia, entre Austria-Hungría de un lado, y Francia y el reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda de otro, el Gobierno de S. M. se cree en el deber de ordenar la más estricta neutralidad a los súbditos españoles, con arreglo a las leyes vigentes y a los principios del Derecho público internacional. En su consecuencia, hace saber que los españoles residentes en España o en el extranjero que ejercieren cualquier acto hostil que pueda considerarse contrario a la más perfecta neutralidad, perderán el derecho a la protección del Gobierno de S. M. y sufrirán las consecuencias de las medidas que adopten los beligerantes, sin perjuicio de las penas en que incurrieren, con arreglo a las leyes de España. Serán igualmente castigados los agentes nacionales o extranjeros que verificasen o promoviesen en territorio español el reclutamiento de soldados para cualquiera de los Ejércitos o Escuadras beligerantes.”

6 Le fuera atribuido a Romanones el texto de un artículo publicado en El Diario Universal del 19 de Agosto de 1914, que termina diciendo: “(…) La hora es decisiva; hay que tener el valor de las responsabilidades ante los pueblos y ante la Historia; la neutralidad es un convencionalismo que sólo puede convencer a aquellos que se contentan con palabras y no con realidades; es necesario que tengamos el valor de hacer saber a Inglaterra y a Francia que con ellas estamos, que consideramos su triunfo como nuestro y su vencimiento como propio; entonces España, si el resultado de la contienda es favorable para la Triple Inteligencia, podrá afianzar su posición en Europa, podrá obtener ventajas positivas. Si no hace esto, cualquiera que sea el resultado de la guerra europea, fatalmente habrá que sufrir muy graves daños.

La suerte está echada; no hay más remedio que jugarla; la neutralidad no es un remedio; por el contrario, hay neutralidades que matan”.

7 Protesta de los marinos mercantes.

Publicado en El Imparcial, p.1. Del 25 de Mayo de 1917

Bilbao 23 de Mayo de 1917.

Se ha repartido una hoja en la que se hace notar que el bloqueo alemán es consecuencia del que declaró hace 2 años Inglaterra, y que querer romperlo es exponerse a un torpedeamiento.

Recuerda lo ocurrido a los 17 tripulantes del Tom, a los se engañó, diciéndoles que no había peligro, por la codicia de los armadores.

Los marinos españoles deben pedir a los armadores que no vayan a la zona de guerra, que puede traerse carbón y trigo de América, que lo permite Alemania.

Si es preciso, que amarren algún barco y pague a las tripulaciones hasta que termine la guerra.

Nadie ignora—sigue diciendo la hoja— las fabulosas ganancias obtenidas por los armadores, y en cambio los marinos carecen de ahorros para dar de comer a sus hijos cuando están sin colocación. Termina la hoja excitando a las mujeres de los marinos para que no les permitan exponer sus vidas por un puñado de pesetas.

8 El precio de las patatas. Del periódico La Época, del 5 de Octubre de 1918. p. 2:

“Sigue siendo escandaloso lo que ocurre con el precio de las patatas.

Los acaparadores abusan del público de un modo intolerable, sin que las autoridades hagan nada por impedirlo.

En Valencia los vendedores acordaron fijar el precio en 15 céntimos el kilo. En cambio en Madrid se expenden a 40 céntimos, cuando lo habitual, por gastos de trasporte es un incremento de solo 4 céntimos por kilo.

Este abuso no debe de tolerarse más tiempo (…)”

9 En Ferrol se declaró el estado de guerra, y las fuerzas del regimiento de Zamora recorrieron las calles y un piquete dio lectura al bando y lo hizo fijar en las esquinas. De El Liberal. pág. 2 del 14 de Agosto de 1917

10 Cito, entre unos cuantos, al comisario de policía Manuel Bravo Portillo, detenido en Junio de 1918 por colaboración con los espías germanos. Ya expulsado del cuerpo, pagado por la patronal catalana, capitaneó una banda dedicada al asesinato de anarquistas. Fue asesinado en Barcelona el 5 de septiembre de 1919. Entre los militares, al teniente de navío Ramón Regalado López del Hoyo, hijo del almirante Dimas Regalado, que fuera ayudante de Marina del puerto de Palamós. Finalmente fue condenado por un Consejo de Guerra a 8 años y 1 día de prisión y expulsión de la Armada. Una de las “gracias” del señor Regalado consistía en informar de la ruta de los buques aliados que posteriormente eran hundidos por los submarinos alemanes.

11 No puedo dejar de mencionar a la coruñesa Pilar Millán Astray, hermana del fundador de la Legión. Su dedicación al espionaje pro-germánico la motivó la necesidad de subsistir, por haberse quedado viuda con 3 hijos.

12 De un personaje muy conocido de la ciudad, llamado Nicasio Pérez, se comentaba que era germanófilo, auque él llegó a negar tal condición, cuando la derrota alemana llegara a ser evidente.

13 Posteriormente se añadiría el Belgrano, que pasó gran parte de la guerra en A Coruña

14 Curiosamente aquel oficial era el alférez de navío Juan Antonio Suanzes, quien llegaría a ser, además de otras muchas cosas, Marqués de Suanzes

15 Uno de los amotinados era el marinero español Aniceto Pastor.

16 Este acorazado estuvo a punto de ser diferente de los otros dos, pero la falta de recursos presupuestarios echaron por tierra los estudios que se habían realizado para aumentarle la potencia de máquinas y alcanzar los 21 nudos, con un aumento de su desplazamiento de hasta 17.000 tons. Al final fue gemelo de los dos anteriores.

17 Pasadas las 5 de la tarde del 14 de Marzo de 1919, con ocasión de salir del dique de San Julián los submarinos alemanes internados, el U-48 abocó la salida de la dársena y a toda marcha trató de ganar la boca de la ría.

Cuando pasaba a la altura del río de la Plata, este buque le disparó una granada sin lograr alcanzarlo.

Salió en su persecución el torpedero nº 41, dándole alcance frente a los castillos, en donde por banderas le intimó a detenerse, sin obtener respuesta. El torpedero forzó la máquina y se cruzó ante la proa del sumergible. En un bote se trasladaron al U- 48 el ingeniero naval Octaviano Martínez Barca y el maquinista Nicasio Pita Ponte, quienes embarcaron en el submarino, donde intimaron a los maquinistas germanos para que les dijesen donde habían abierto las válvulas de fondo, para cerrarlas, pero ellos se negaron. Al poco rato el sumergible comenzó a escorarse y los que se encontraban a bordo fueron finamente recogidos por el torpedero, mientras el submarino U-48 se iba hundiendo.

El U-48, submarino tipo UC II, fuera construido en el astillero A. G. weser de Bremen. Fue botado el 27 de Setiembre de 1916. Su primer comandante fue Kurt Ramien y el segundo y último Helmut Lorenz, con quien entró internado en Ferrol el 23 de Marzo de 1918, tras haber sufrido 3 días antes daños irreparables ocasionados por cargas de profundidad procedentes del rMS Loyal. Este submarino llegó a hundir 35 buques, con un total de 67.830 toneladas, además de otros 6 con daños diversos. Solo dañó a un buque español; el Aizcorri Mendi, de la Cia. Naviera Sota y Aznar, de Bilbao, el 22 de Octubre de 1917, cuando iba cargado de carbón procedente de Newcastle, con destino a Bilbao y Barcelona.

18 Estimo que la redacción de ECG (El Correo Gallego) fue intencionadamente deformada para evitar la censura que imponía el gobierno con objeto de evitar las reprimendas diplomáticas de los imperios centrales, existiendo sin embargo una información más veraz en otros periódicos de la corte. Posteriormente, sin embargo, el propio ECG ya informa con veracidad en notas sucesivas.

19 Tras aquel naufragio provocado el U-70 continuó su misión destructora. Un día después de hundir al Tsiropinas, o sea, el 2 de Enero de 1917, hundió 3 buques. Fueron estos el francés Aconcagua, el noruego Odda y el español San Leandro. Este último iba cargado de fruta que tomara en Málaga, con destino a Londres y fue hundido también en el golfo de Vizcaya. Hubo protestas diplomáticas y expresiones condenatorias, más o menos contundentes, dependiendo de si la persona o medio eran germanófilos o lo contrario.

20 El SS Alnwick Castle era un buque mixto, de carga y pasaje, construido en 1901 por William Beardmore & Company, Glasgow. Pertenecía a la Union Castle Mail Steamship Company. El 17 de Marzo de 1917, cargado con plata y pasaje, zarpó de Plymouth con destino a Ciudad del Cabo con 14 pasajeros y 100 tripulantes.

21 El Trevose era un vapor británico de 3.112 toneladas, construido en 1896 por el astillero de J. readhead & Sons, So. Shields, y perteneciente al armador Hain Steamship Co., Ltd. (E. Hain & Son) St. Ives. El 18 de Marzo de 1917 fue echado a pique cuando navegaba cargado de carbón a 230 millas de Ushant por el submarino U-81, comandado por Raimund weisbach

22 Dos de aquellos botes y sus náufragos jamás fueron hallados.

23 El Primer Oficial Mr. Blackman

24 Tras la batalla de waterloo, Napoleón fue confinado en un lugar de la isla británica de Santa Elena. Después de haber fallecido fue sepultado en un mausoleo, cuyo emplazamiento fue adquirido posteriormente por el estado francés. A partir de entonces aquel lugar era habitado y mantenido por un cierto cónsul galo, como era el caso del citado señor Colin Georges.

25 Los datos que figuran en este capítulo fueron obtenidos en el Archivo del Hospital General Juan Cardona, merced a la aquiescencia del Hermano Mayor Alberto Lens y la inestimable orientación del Hermano Archivero Julio Pavía.

26 Obra en el archivo del Hospital General una nota del Hermano Mayor, Mariano Piñeyro, en la que accede a hospitalizar a los náufragos enfermos, que dice:

“Sr Vicecónsul de Inglaterra. Ferrol 5 de Abril 1917

Accediendo gustoso a la petición que contiene su atenta carta fecha de hoy he dado las órdenes oportunas para el ingreso en este Santo Hospital por cuenta de su Vice-Consulado de los náufragos de los vapores Alnwick Castle y Trevose en número de 11, cuatro de ellos en concepto de distinguidos y los 7 restantes en sala general”

27 Según la prensa, el día 23-04-1917 se celebró sepelio, al que asistieron, entre otros, miembros de la colonia inglesa local, el cónsul Antón y el Primer Oficial del Alnwick Castle, Mr. Blackman.

28 El Armisticio del 11 de noviembre de 1918, también conocido como Armisticio de Compiègne, fue un tratado firmado el 11 de noviembre de 1918 a las 11 de la mañana, entre los Aliados y el imperio alemán, en un vagón de un tren en el bosque de Compiègne.

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