La sociedad rural tradicional y sus unidades comunidad y familia forman un universo cerrado, relativamente estable y homogéneo en el que las pautas predominantes estuvieron ajenas a la motivación individual y formaron una cultura oral que se sostuvo en una relativa autarquía económica y cultural con la práctica de una economía de subsistencia. El modelo de sociedad tradicional se mostraba más como una serie de axiomas que como observaciones verificables.
El hombre del campo hablaba del tiempo y mantenía tensiones y esperanzas relacionadas a la tierra y a la cosecha, a la distancia que el recorrido a las fincas suponía. Su propia vida estaba especialmente condicionada por el clima, por la geografía, por las cualidades del terreno y por el tipo de producción que el mismo terreno imponía.
El espacio rural tenía entonces un sentido especial: aridez y humedad, secano y regadío estaban en la base de toda una organización de vida en la que los ciclos climáticos y sus propias anomalías han influido, cuando la mecanización o el cambio técnico no desarrollaban su acción para la humanización moderna del paisaje. El espacio rural se desarrolla en función del espacio agrícola, pero también contaba con el suministro de materias elaboradas que la ciudad ofrecía, que hacían más mecanizada la labor y ayudaban al giro que la vida rural experimentaba. Hace años que el divorcio entre agricultura y alimentación crece y ciertamente la dependencia entre ambas se aminora con la fabricación de piensos que vienen a paliar la escasez de prados para el ganado. Sin embargo, el espacio agrícola determina el desarrollo del paisaje y vida rural con influencia en los modos de vida en cualquier tierra ocupada por la aplicación de la técnica en su utilización.
El futuro rural depende hoy de la acomodación de las formas de vida y modos de producción, industrialización e intercambio de la vuelta al campo, temporal o permanente, en condiciones nuevas y con posibilidad de usos de servicios que la vida urbana ha convertido en necesarios.
Campo y vida rural iban a la ruina porque no era posible mantener lógica y establemente lo que racional y efectivamente comenzó a ser caduca hacía mucho tiempo. Los medios actuales de comunicación han acentuado recientemente esta caducidad y la impresión vivida que el hombre de pueblo tiene se rompe de hecho. Es claro y lógico que el hombre rural busque defender la propia seguridad porque falla el trabajo o las perspectivas de futuro, el espacio que se vivía se volvía imposible y por consiguiente la sociedad rural emigraba.
A pesar de todo, el despoblado agrícola continúa manteniendo su personalidad a pesar de la influencia que la vida urbana y sus diversas formas imponen.
Las formas concretas aprendidas durante mucho tiempo continúan produciendo efectos de un nuevo “hábitat”. Entre ciudad y campo, vida urbana y rural, se están dando transiciones en una medida cada vez mayor que dificultan la delimitación de cada una de ellas.
La acomodación sucesiva del mundo rural a los comportamientos urbanos exige entendimiento interpretado sin herir la valoración socio-moral, evitando tensiones, siendo los más jóvenes los que primeramente tienen la voluntad de tolerancia hasta ir logrando progresivamente el cambio de forma de vida. Varían los comportamientos y poco a poco la interpretación social negativa, adscrita a determinados modos de vivir y de ser, también cesa.
Los mayores aceptan que hoy la vida es de otra manera con una realidad cambiada y cambiante en donde la convivencia y el equilibrio deben imperar, atendiendo que la vida social rural está transformándose en urbana. En los comienzos de siglo pasado, cuando la mayor parte de la población activa se dedicaba a la agricultura y vivía en los campos, el control del pueblo agrícola era oligárquico, que hacía el estado valiéndose del caciquismo como instrumento de comunicación y resolución en los recursos de administración y aplicación agrícola que servía para la inclinación política. En aquel entonces, el caciquismo era una jerarquía paralela, apoyada desde arriba, para la protección y afirmado desde abajo para la fidelidad de una clientela que ayudaba al mantenimiento del orden local y así a la permanencia de la vida ruralizada según los desarrollos políticos.
Las comarcas se despoblaban con las emigraciones al faltar los recursos económicos disponibles, resultando una vida rural agrícola imposible de afrontar ante las tensiones que terminaban por lanzar a la población activa a zonas de mayor desarrollo industrial. Las corrientes migratorias interiores, del campo a la ciudad, tenían su raíz principal en las estructuras económicas adyacentes, diferenciándose de las emigraciones exteriores por la atracción de America a la demanda de brazos de brazos de sus zonas industriales. El campo estaba superpoblado y la emigración hacia el exterior se acentuaba desesperadamente a principios del siglo pasado.
Los problemas que el ámbito rural planteaba, ofrecían una mala vivencia en los primeros cincuenta años del siglo pasado, siendo después cuando empezaron los planteamientos de los intentos de las reformas, pero la estructura social del campo se ha visto sometida a presiones específicamente intensas, siendo la dimensión, velocidad e improvisación del cambio que no encontraban, no tanto en las soluciones proyectadas como en las consecuencias que la emigración llevaba consigo hasta convertirse en causas o factores concurrentes a un desarrollo global y a un sentido nuevo de la vida que ha supuesto una espontánea reforma agraria.
Con las reformas agrarias se ha empezado a considerar los años del hambre, aunque con una preocupación atosigante y aterradora en la población rural que veía nacer cada día la escasez como protagonista de la inseguridad económica. El campo se hace protagonista de la necesidad apremiante para resolver sus problemas ante la urgencia de una demanda de todo tipo. Faltas de todo tipo, económicamente hablando, se hace más presente porque las pérdidas humanas ya no tienen remedio y la población empieza a crecer de nuevo en medio del déficit, la especulación, la falta de transparencia y todos los profundos condicionantes humanos que la contienda había producido y que pertenecían al recuerdo vivo de una generación.
La creación para el desarrollo empezó en los años de la posguerra en que la vida se ha vuelto urbana y la planificación de la producción y desarrollo campesino, con más fuerza y razón, se hacen desde la ciudad. Planificación, iniciativa y práctica en función de la mayor utilidad social y bien común, se proyectan y son realidad antes en la mente que en la vida real.
Las instituciones condicionan la vida humana y a la hora de producir dejan la libertad de escoger entre unos cauces a los que hay que acomodarse, aunque desde la propia óptica y a corto plazo no parezcan racionales.
Para el gran desarrollo y la capitalización de la agricultura y mejora de la estructura productiva, se crean los servicios de Extensión y Capacitación Agraria, que integra los servicios nacionales de Concentración Parcelaria y Ordenación Rural, para un mejor aprovechamiento de los recursos naturales del país. Par ello, se resumieron los objetivos de la siguiente manera:
- Ordenación territorial de las producciones y del uso de la tierra.
- Reforma de las estructuras agrarias.
- Industrialización agraria y rural
- Polarización de las inversiones hacia los núcleos urbanos para el desarrollo rural
La mejora del medio rural es pieza clave en las posibilidades de desarrollo de la agricultura, de tanta transcendencia como la propia evolución económica de la renta agraria. La modernización de los núcleos rurales fue y son imprescindibles para el futuro agrario.
Pasar de una economía de subsistencia a planteamientos de mercado, es técnicamente la respuesta idónea, desde el punto de vista económico, al cambio que se ha venido planteando. Pero este paso no lo encierra todo, aparte de suponer el abandono de terrenos que son improductivos, acarrea problemas de otro tipo: reconversión de tierras marginales para una mayor productividad de acuerdo con los criterios que la economía moderna exige.
La historia, lo mismo que la vida, será incompleta si falta el conocimiento profundo de las actitudes de cada grupo social, en sus cambios, en sus tensiones y en su preocupación por los comportamientos colectivos. Las nuevas actitudes que definan la vida rural terminaran por lograr el cambio.
Hablar del porvenir rural hoy, es ya ir definiendo la vida rural del mañana y las alternativas que esta vida ofrece a las que la construyen o soportan. Esta vida sigue ofreciendo oportunidades mediante un desarrollo que desde las instituciones se pude ordenar y planificar, lo que quiere decir que proyectos y planteamientos, hechos desde una perspectiva más amplia, tratarán de integrar la vida rural en la tónica social dominante del mundo actual.