Covas está cerca de los límites del mundo conocido

20/05/2016, Fernando Diago Presentación

Covas está cerca de los límites del mundo conocido. Lo lame con fruición el mar bravío, lo azota el viento con un sadismo amable y contenido y la lluvia llora sobre su alma alimentando la morriña de los que tuvieron que abandonar el lugar contra su voluntad. La niebla baja a visitar la zona para abrazar a los vecinos con ternura no exenta de misterio. Todos los verdes del verde tiñen su piel y sus habitantes son discretos y tranquilos. Recluidos en sus casas, se entretienen para a hacer soportable el invierno mientras sueñan con la tibieza del verano. Las hortensias no necesitan ningún jardinero que las mime y las moras silvestres son grandes y dulces como las mejores fresas de invernadero. Las vacas rumian en sus cercados con indolencia, aburridas por la cantidad de hierba que tienen que trasegar en sus panzas. La leche sale con tanta nata de sus ubres que la cuchara tiene dificultades para removerla y los percebes son tan grandes y rotundos como los pezones de las mujeres preñadas.

Covas es tierra de frontera entre el mar imposible y la Galicia amable del interior. Desde siempre, los habitantes de las fronteras estaban expuestos a la cólera de los vecinos, pero sabían resistir los asaltos y la rapiña con estoicismo. La ventaja de habitar en la tierra de nadie está en no tener más servidumbres que los que proporciona la propia supervivencia. Cuando un pueblo se acostumbra a no tener más ambición que la ausencia de ella, se reencuentra con la vida, con su propia alma colectiva, con su pasado convertido en presente y en la antesala del futuro. Es un buen lugar para pedirle a la existencia lo único razonable que puede ofrecer: vivir en paz.

 

 

El dos de mayo del año 2015
Fernando Diago Presentación

 

 

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